Tradicionalmente cuando dos personas empezaban una relación de pareja, tenían más o menos claro los “pasos” a seguir. El modelo relacional mayoritario y habitual históricamente ha venido siendo la monogamia. Y en la monogamia se asume el ir transitando por lo que se ha llamado la “escalera social” de las relaciones. Esta escalera social nos dice que hay una serie de escalones que hay que ir subiendo de forma ordenada. Vendría a ser algo parecido a esto: dos personas se conocen, empiezan a salir, mantienen relaciones sexuales, sin hablar de ello se asume que hay exclusividad sexual y emocional y que no se van a ver con más personas a ese nivel; se presenta a la pareja a amigos y familia, en los siguientes años se decide empezar a convivir, en algún punto comprar una vivienda y meterse en una hipoteca compartida, casarse y tener hijos.
Pero cada vez existe más diversidad a nivel relacional. Desde hace un tiempo, se asume que no todo el mundo quiere casarse, hipotecarse y tener hijos. Y en los últimos años se han ido desafiando también los primeros peldaños de esta escalera. Con la llegada de las aplicaciones de ligue y con el mayor conocimiento que se está dando de otros modelos relacionales, como las no monogamias, está cambiando cómo nos relacionamos en esos primeros momentos de conocer a alguien. El problema viene cuando aún tenemos un pie en los modelos monógamos tradicionales y otro pie en no sabemos dónde. Porque aunque queramos hacer las cosas de forma diferente, muchas veces salirse del guion tradicional cuesta, debido a que no existen otros guiones a los que agarrarnos. Y esto puede derivar en un no querer seguir la escalera social que todo el mundo conoce, pero no saber de qué forma hacer otra cosa diferente. Y puede que nos quedemos orbitando en una tierra de grises donde nadie se entiende, porque ahora existen muchas posibilidades pero a veces no tenemos claro ni cuáles son.
Por esto, es habitual que lleguen a consulta parejas que no saben muy bien de qué manera se están relacionando. Bien porque han empezado una relación sin hablar del tipo de relación que querían que fuera, bien porque han nombrado el tipo de relación que quieren pero no han concretado qué significa eso y qué implicaciones tiene. En el primer caso, cada persona ha asumido de forma unilateral el tipo de relación en el que está. Antes, habitualmente se coincidía sin hablar: monogamia. Pero ahora, puede que una persona asuma monogamia y la otra que “ya iremos viendo”. Y aquí vienen los problemas. En el segundo caso pasa algo parecido. Podemos haber nombrado el tipo de relación, por ejemplo, que se va a tener una relación abierta, pero si no concretamos qué acuerdos vamos a tener, también estamos dando por sentado de forma unilateral qué significa eso de tener una relación abierta. Y entonces cada cuál estará haciendo lo que buenamente entienda sin ponerlo en común. Aquí suele pasar que hay malentendidos y se acumulan daños porque “yo creía que esto estaba permitido” y “no sabía que esto te iba a sentar así”.
A la hora de iniciar una relación no monógama hay dos maneras de hacerlo: a lo kamikaze o con acuerdos. Hacerlo a lo kamikaze consiste en cada cual hace lo que quiera o lo que pueda y luego lo vamos hablando y redirigiendo la situación. Y hacerlo con acuerdos consiste en sentarse a hablarlo y poner acuerdos de inicio a veces más conservadores que luego se podrán ir redefiniendo. En ocasiones también pasa que lo hablamos hasta el aburrimiento y le damos demasiadas vueltas. También habrá que definir los espacios para hablar para que no se coman el resto de espacios de la relación.
Pero la clave de todo esto es la comunicación: no dar las cosas por sentado y poder hablar de qué forma nos queremos relacionar, qué cosas sí queremos y cuáles no. No se trata solo de tener La Conversación de “qué somos”, sino concretarlo. Qué somos y “cómo vamos a hacerlo”. Esto es difícil cuando la elección es diferente a la monogamia, por lo que decíamos antes, no tenemos guiones preestablecidos. Por eso, en algún punto, será importante sentarse a hablar de acuerdos: con qué otras personas está bien relacionarnos, dónde, cuándo, cómo, ¿se repite con la misma persona?, ¿en conjunto o por separado?, ¿qué cuidados podemos necesitar en el proceso? Y todo lo que cada pareja necesite hablar. Y hay que tener en cuenta que los acuerdos que se establezcan de inicio no son estáticos, como no son estáticas las relaciones. Con lo cual, habrá que ir revisando esos acuerdos cada cierto tiempo, porque se irán quedando obsoletos o surgirá la necesidad de cambiarlos.
Cada pareja es un mundo, por eso no podemos dar por sentado nada. Se trata de ir hablando y construyendo lo que a cada cual le funcione. No se trata de acogernos a un modelo relacional concreto y aceptar todo lo que se supone que ese modelo implica, sino de poder coger los elementos que mejor nos vengan y que la relación se adapte a nuestras necesidades y deseos.