La rebelión de los orgasmos que nunca tuvimos

Esta mañana, como tantas mañanas, atendía el teléfono. A primera hora, llamaba una señora, mayor. Su voz titubeante, me hizo dudar de si finalmente iba a atreverse a hablar, o si terminaría colgando sin consultar.

Al final se atrevió. Tengo 78 años, y llamo porque nunca he sentido nada en el sexo. Quería saber si es que soy frígida, si esto tiene arreglo.

De un tiempo a esta parte, las mujeres mayores se están asomando cada vez más a nuestras consultas. Algunas, solo llaman para preguntar, otras acaban pidiendo una cita para iniciar procesos de autoconocimiento y autodescubrimiento sexual.

Tengo una amiga que me ha contado que ella estaba igual que yo pero que fue a consulta y ahora es tan feliz disfrutando ella sola – me dice. Y no se si es que yo me estoy perdiendo algo

Tras un buen rato hablando con ella, contándole, escuchándola, me agradeció la atención recibida.

Esa llamada, me ha hecho pensar en otras llamadas, correos y vivencias de mujeres que vienen a nuestras consultas, sobre sus historias y sobre como esas historias son en cierto modo las historias de otras tantas que nunca consultarán ni preguntarán. Las historias de muchas mujeres.

Me ha hecho pensar en como la sexualidad de tantas y tantas chicas, mujeres, señoras hoy, se han condenado al ostracismo. Por el silencio, por que de la única sexualidad de la que se les habló es aquella que hace disfrutar a los hombres (o a la mayoría), porque nunca se les habló del clítoris, de que la masturbación también iba con ellas, porque no se les permitió explorar, desear, ser curiosas, tener interés, preguntar (algo que sin duda les hubiera permitido saber más, aprender, cuestionar…).

Y llega un día, en que de repente, con la sensación de no tener ya nada que perder, preguntan, les cuentan, leen algo …que les hace tener la sensación de que las cosas no eran como se las habían contado, que había más, que a lo mejor resulta que yo no era frígida, que a lo mejor puedo disfrutar o enterarme de qué me he estado perdiendo. Y entonces, se movilizan y buscan recursos, y llaman por teléfono a un centro de sexología pese a no entender muy bien en qué consiste eso, preguntan pese al pudor y la vergüenza.

Esa llamada me ha hecho pensar en la valentía de esas mujeres, y me gustaría decirles lo mismo que le comenté esta mañana a la señora de la llamada: ha sido usted muy valiente, está haciendo bien en buscar respuestas, en querer conocer, en saber. Le animo a continuar porque creo que le va a merecer la pena.

Foto de Danie Franco en Unsplash

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