Muchas veces recibimos en consulta parejas de hombres y mujeres que vienen por falta de deseo o deseo bajo. En bastantes casos este bajo deseo suele darse en ellas, pero en algunas ocasiones también en ellos, o en ambas partes de la pareja. Esto no pasa solo en relaciones entre hombres y mujeres, también se puede encontrar en relaciones entre hombres o entre mujeres. Cuando indagamos un poco más en qué es lo que está pasando, muchas veces nos encontramos un patrón parecido en unas parejas y en otras.
Cuando se lleva cierto tiempo en pareja, es habitual que el deseo que sentimos al principio por la otra persona vaya transformándose. No significa necesariamente que el deseo baje, pero sí se suele dar de una manera diferente de la que se daba al inicio de la relación. Al empezar a vernos con una persona nueva el deseo erótico suele ser bastante alto. Muchas veces las personas a las que acompañamos nos dicen que con un roce o una mirada era suficiente para iniciar los encuentros y que apetecía todo el rato. Pero esto suele durar de unos meses a un año o dos. Cuando ese período de tiempo pasa, el deseo pasa a ser algo más calmado. Y en algunos casos llega a bajar demasiado.
Cuando empezamos una relación, nos vale prácticamente cualquier cosa que hacemos con la otra persona a nivel sexual porque el deseo y la excitación son muy altos. Incluso si son siempre las mismas cuatro cosas. Pero el tiempo va pasando, las relaciones van evolucionando a muchos niveles, a nivel emocional, quizás se pasa a convivir con la otra persona, a nivel de intimidad… sin embargo, a menudo esperamos que a nivel sexual las cosas no cambien. Y si todo evoluciona y va cambiando en las relaciones de pareja, ¿por qué no va a evolucionar también la parte sexual? No tiene sentido pensar que todo se va a mantener como al principio en este ámbito en concreto.
Al preguntar por las cosas que funcionaban antes, las que podrían funcionar ahora y las que no están funcionando, solemos llegar en muchas ocasiones a la misma conclusión: seguimos haciendo lo mismo que al principio y ya no funciona. La sensación que genera pensar en tener relaciones sexuales ahora es más bien de pereza, de cumplir o de “poner el contador a cero” hasta la siguiente vez.
¿Y por qué? Cuando el deseo baja puede deberse a muchos motivos: estrés, cansancio, problemas en la relación de pareja, la forma en la que intenta seducirnos nuestra pareja ya no nos gusta… Pero si nos centramos en esa sensación de pereza, suele estar asociada a un “uf, pensar en tener que hacer todo eso ahora…”. “Todo eso” suele referirse a excitarse lo suficiente para hacer A, B y C y terminar haciendo penetración y teniendo un orgasmo las dos personas. Esto que al principio de la relación costaba poco, ahora se hace cuesta arriba.
La penetración es seguramente la práctica más exigente a nivel sexual. Ambas personas tienen que tener un punto muy alto de excitación para que el pene tenga una erección completa, la vagina esté lubricada y suficientemente dilatada como para recibir una penetración de forma placentera, es exigente también a nivel físico para determinadas posturas, etc. Antes era fácil porque el deseo se encendía rápido y ahora necesita algo más de tiempo u otro tipo de estímulos.
Además, para muchas mujeres, la penetración puede ser placentera pero por sí sola no suele dar orgasmos, ya que la mayoría de las mujeres tienen orgasmos con la estimulación del clítoris. Para algunas mujeres, la penetración resulta directamente aburrida. El centro del placer se encuentra en el clítoris, ya que en la vagina hay muy pocas terminaciones nerviosas. Y sin embargo, la práctica “estrella” que no suele faltar en las relaciones sexuales es la penetración.
Tenemos muy asociadas las relaciones sexuales a la idea de coito, hasta el punto de que si no hay penetración a veces ni se considera relación sexual a nivel social. Estas ideas están muy mediadas por la educación que recibimos y lo que vemos en medios de comunicación, películas y series. Se nos dice que las relaciones sexuales son eso: penetración. Y el resto de cosas que se pueden hacer, solo una forma de llegar a esa meta.
Nadie nos dice que hay otras opciones, otras prácticas o juegos que pueden ser placenteras en sí mismas y no un medio para llegar a ningún objetivo. Tampoco nos cuentan que para las mujeres el placer suele estar en otros sitios más que en la vagina. Y muchas veces nos quedamos en repetir años y años una práctica que para la mayoría de las mujeres está bien pero no es lo que más placer da. Y que además necesita que le dediquemos tiempo a generar un buen nivel de excitación para que no resulte desagradable o sea dolorosa.
Para los hombres también es una práctica exigente y a veces la “obligación” de tener que llegar siempre hasta ahí cuando a lo mejor apetecen más otras cosas, puede resultar agobiante. Y el deseo baja. Esto pasa también en relaciones entre hombres cuando todo gira alrededor de la penetración.
En relaciones entre mujeres no suele haber aburrimiento de penetración porque ambas partes suelen preferir otras prácticas y si se hace penetración es porque realmente apetece y no porque es “lo que se tiene que hacer”. A los hombres, tengan la orientación que tengan, los mensajes que les llegan desde muy jóvenes es que para satisfacer a la otra persona hay que introducir el pene en algún sitio. Y todo esto está asociado a su vez con ideas de virilidad.
Si en nuestra cabeza tener relaciones sexuales es igual a hacer penetración, pensaremos que tiene que apetecernos tener coitos todo el rato. Y si no nos apetece tener coitos todo el rato es que algo anda mal o que no tenemos deseo. Y no tiene por qué ser así.
Podemos desear tocar el cuerpo de la otra persona, abrazarnos, darnos masajes, tocar o besar sus genitales y muchas cosas más. Podemos sentir deseo y excitación de muchas maneras diferentes que no tienen por qué incluir o acabar siempre en penetración.
Disfrutar más de nuestras relaciones sexuales muchas veces pasa por descoitalizar, es decir, quitar el foco de la penetración como la práctica más importante o que siempre tiene que estar. Cuando hacemos eso, tenemos la oportunidad de explorar otras posibilidades, ampliar nuestro abanico de prácticas eróticas y aproximarnos a las relaciones de otra manera, sin presiones ni agobios y sin otro objetivo que el de disfrutar con lo que hagamos.
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